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MICRORELATOS 

Una vez más a escondidas, nos encontrábamos allí, en el último piso de aquel edificio donde solo los escombros podían ser  testigos de la pasión desgarradora que habitaba ahí, en nosotros. Sonó el celular. Me retire a contestar. Era él, mi primer amor. Él ya lo sabía. Me hablo y su voz no sonaba como siempre, lo conocía, presentía que algo pasaba. Colgué, me voltee y una gota de sangre rodó hacia mis pies.

Peleabamos sin césar, sin razón alguna. Había sido el primer hombre en mi vida, y lo amaba más que a cualquier cosa, incluso más que a mí…

Después de que me dejó y vi mi cuerpo desnudo frente al espejo, me di cuenta de lo tonta que había sido al caer en su juego. Entendí que todas las cicatrices que me habían quedado de las cientos de veces que el, por diversión y morbo, apagó sus cigarrillos en mi, siempre me lo recordarían.

4:00 AM de la madrugada, me levante asustada, con el corazón acelerado, pero con una gran sonrisa; sin embargo, cuando mire al otro lado de la cama, lo encontré tan frío y solitario como siempre había estado. Nuevamente cerré mis ojos llenos de lágrimas para quedar profundamente dormido.

Le dejé una carta encima de la mesa nombrandole una por una las cosas que lo hicieron enamorase de mi. Junto a esta, le dejé las fotos con ella, y una nota diciéndole “espero que la ames más, de lo que algún día me amaste a mi.”

3:00 AM de la madrugada. Sonó el celular, no sabía si estar feliz por recibir aquella llamada  o solo sentarme a llorar, lo único que sabía, era que él, el padre de mi hija, había acabad con ella, y yo tenía que hacer lo mismo.

Tenía muchos amigos, hablaba y salía con ellos a diario, pero había alguien especial, la llamaba Sher, era de cariño. Tuve sexo con ella. Mi madre siempre me regañaba porque llegaba tarde a casa. Un día, desperté en la morgue y con mis medicamentos en la mano

Cuando llegue a casa después de haber salido de la clínica  me fui directo para su cuarto, le contaba que me habian diagnosticado con cáncer, pero que la buena noticia era que muy pronto estaríamos juntas.

Ella, mi madre, se veía muy feliz con él, pero yo ya no soportaba más lo que él me hacía. Cogí sus tijeras de modista e hice lo que debí. Cuando ella llego había aun pequeñas gotas de sangre. Le dije que era mi regla.

Llego febrero acompañado de una sorpresa. A él le encantaba sorprenderla, verla sonrojada y riendo ante la ausencia de palabras. El, disfrutaba ese momento, quizás más que ella.

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